Notas

La elegancia olvidada

Decía James G. March, un afamado profesor emérito de la Universidad de Stanford y experto en teoría de organización y toma de decisiones, que su forma de abordar las ideas es de forma estética, que le preocupa que tengan algún tipo de elegancia. Recuperemos el término como principio orientador porque parece haber caído en desuso, e incluso lo recibimos con extrañeza en determinados contextos. Sin embargo, no nos debería sorprender que aparezca en ámbitos que le pueden parecer alejados. En ciencia, por ejemplo, el interés por la elegancia ha dado grandes rendimientos, y si no miremos a P. Dirac, el gran físico teórico para quien el universo tenía que estar escrito en un lenguaje matemático bello y elegante, y así orientó su investigación con los extraordinarios logros que todos conocemos.

En el mundo de la empresa, donde se dan tantas recomendaciones gratuitas para ser un buen líder, es raro que entre ellas aparezca el término elegancia, y sin embargo, parece necesario integrarlo.

¿Qué es ser elegante? Según su etimología, elegancia viene de "elegir", así, elegante es el que tiene capacidad de elegir. La elegancia es obra de la libertad, no tiene servidumbres, sólo elige el que puede elegir, pero no se trata de cualquier elección, sino que de forma inmediata le atribuimos también "buen gusto", o sea, que de alguna forma, " el elegante" es capaz de reconocer un cierto sentido de belleza en sus elecciones.

La belleza en todos los ámbitos tiene que ver con lo bueno, lo justo, con la sencillez, la mesura, la proporción, la claridad, la armonía, y que se expresa en todo lo exterior, porque es un movimiento que va de dentro hacia fuera. Se expresa en la conducta, en el lenguaje, también en la forma de presentarnos ante los demás.

Pero la elegancia es también la expresión de un mundo personal, por eso la distinción es otro de sus atributos. La distinción en tanto una distancia que se establece con los demás, y que es cauce para expresar su singularidad, lo que en todos nosotros hay de irrepetible y único. Por tanto requiere naturalidad, espontaneidad en el sentido de que no actúa por convención, sino por invención propia, y sobre todo requiere autenticidad. Y esto precisa un profundo conocimiento de sí mismo, para expresar la coherencia entre ser y hacer.

También se manifiesta en una actitud de benevolencia hacia sí mismo, y hacia el mundo que le rodea, en una comprensión de la realidad, pero no para someterla a sus propios intereses, ni para manipular a los demás, sino para reconocer lo que le conviene y elegir de entre todas las posibilidades aquella que le perfecciona. Y así ayudar a que cada cosa sea del todo lo que es, y lo que puede llegar a ser, y no perder ese horizonte. Esto requiere autodominio, ser dueño de sí, pero también un reconocimiento del otro en su dignidad.

Elegancia es una actitud ética, en tanto que supone una elección consciente y madura, de lo mejor, de lo bueno. No estaría mal seguir el principio de P. Dirac, ese "tiene que ser bello", pero no como recomendación o como exigencia, sino porque esa tendencia, ese tender hacia lo bello, es inevitablemente humano.